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Las elecciones presidenciales en Ecuador son un referendo del pasado

QUITO — Este domingo, Ecuador celebra una elección presidencial, pero el nombre que repiten muchos votantes no aparece en la boleta.

Aquí, en Ciudad Bicentenario, un pulcro proyecto de vivienda en las cuestas andinas de Quito, la capital, la mayoría tienen la esperanza puesta en que Rafael Correa les ayude a superar las crisis que trajeron la pandemia y la recesión.

Correa, el carismático expresidente, gobernó al país durante un auge económico a principios de siglo que ayudó a muchos líderes izquierdistas en América Latina a sacar de la pobreza a millones de personas y a construir una perdurable base popular.

La ola izquierdista ya amainó; la mayoría de sus líderes fueron acusados de corrupción y de extralimitarse en su poder. El mismo Correa fue encontrado culpable de cohecho agravado, enfrenta 35 investigaciones penales y tiene prohibido volver a postular a la presidencia.

Pero, como otros líderes poderosos de la llamada marea rosada, sigue teniendo peso en el panorama político de Ecuador, algo que polariza a la nación y hace que el debate esté enfocado en su legado en lugar de en la realidad actual que vive Ecuador.

Desde el exilio, Correa impulsó la candidatura de Andrés Arauz, un economista poco conocido de 35 años, para que se postulara por su movimiento, conocido como correísmo. Eso catapultó a Arauz al frente de la contienda a pesar de que algunos de sus seguidores apenas si conocen su nombre.

María Obando, una pensionada de 65 años de Ciudad Bicentenario dijo que votaría “por mi Rafaelito”. Al recordarle que Correa no participa en la elección, respondió: “Da lo mismo. Por el de él”.

Arauz se enfrenta a Guillermo Lasso, un exbanquero, a Yaku Pérez, líder ambientalista indígena, y a otros 13 candidatos.

Más de un tercio de los electores dicen que votarán por Arauz, lo que lo ubica alrededor de ocho puntos porcentuales por delante de Lasso, dentro del margen de una victoria contudente de primera vuelta en las votaciones del domingo, según un reporte del 28 de enero que promediaba las encuestas compilado por Cálculo Electoral, un grupo de investigación ecuatoriano. (Arauz podría ganar directamente con el 40 por ciento de los votos si aventaja por 10 puntos a su rival más cercano).

El atractivo perdurable de Correa podría seguir una tendencia regional que ha visto cómo los votantes abatidos por la recesión económica en Argentina y Bolivia devolvieron al poder a los partidos de líderes populistas de izquierda asociados con épocas de mayor bienestar y gasto social.

“Como proyecto político, queremos que vuelvan esas políticas que tanto bienestar dieron”, dijo Correa en una entrevista. Dijo que le había notificado personalmente a Arauz que sería el candidato de su movimiento y que sigue “en contacto permanente” con él. Incluso, como prueba de su cercanía, mostró en su teléfono los intercambios en un grupo de Whatsapp que dijo que incluía a su protegido.

Correa, el presidente que más tiempo gobernó el país desde que este superó una dictadura militar en 1979, se ganó la fidelidad de muchos al conseguir estabilidad para un país que estuvo plagado de convulsión política y económica.

Repartió parte de las ganancias petroleras del país en ayudas en efectivo a los pobres y construyó escuelas, carreteras y viviendas muy subsidiadas, como las hileras de departamentos de tres pisos en Ciudad Bicentenario.

Pero después de que los precios del petróleo se desplomaron en 2014, la economía básicamente se paralizó y la pandemia terminó de empujar el estancamiento a una crisis devastadora. La actividad económica se contrajo alrededor de 9 por ciento el año pasado cuando el coronavirus dejó cientos de cadáveres dispersos por las calles de Guayaquil, la segunda ciudad más grande de Ecuador.

La larga sombra política de Correa en Ecuador demuestra el modo en que los líderes populares sudamericanos siguen ejerciendo su poder incluso después de concluidos sus mandatos, a menudo gracias a una base duradera.

El expresidente de Bolivia Evo Morales, quien abandonó el cargo por la presión de los militares luego de que buscó elegirse para un cuarto mandato, ha seguido eligiendo a los candidatos de su partido después de volver del exilio en noviembre. En Argentina, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner ha continuado ejerciendo una gran influencia en su partido después de volver a la vida pública como vicepresidenta en 2019.

En el vecino Perú, donde las elecciones presidenciales se llevarán a cabo en abril, la hija del expresidente Alberto Fujimori, ahora en prisión, es candidata y va en segundo lugar según algunos sondeos, a pesar de que la contienda sigue muy volátil.

Y en Cuba, Nicaragua y Venezuela, líderes que alguna vez fueron populares, o sus protegidos, han esquivado procesos electorales libres y justos para perpetuar su mandato.

El sucesor de Correa y su anterior vicepresidente, Lenín Moreno, desea que Ecuador rompa ese molde, al argumentar que los líderes que se aferran tanto al poder no son saludables para la democracia.

“La eternalización en el poder lastimosamente provoca que la gente que lo ejerce adquiera siniestralidades, que en más de una ocasión lindan con la corrupción y hasta con los crímenes de lesa humanidad”, dijo Moreno en una entrevista durante su visita a Washington el mes pasado. “Al momento en que termina su periodo tiene que decir: ‘Ya no más’”.

Después de ganar las elecciones en 2017, Moreno rompió con su antiguo aliado y revirtió radicalmente el camino del país: abandonó el populismo de izquierda de Correa y su retórica antiimperialista en favor de una política económica conservadora y lazos más estrechos con Washington.

Moreno también dijo que había intentado reconstruir las instituciones democráticas, dañadas por lo que él llamó el desdén hacia las reglas de su antecesor. Supervisó la reestructuración de la corte más alta del país para hacerla más independiente, renegoció la deuda de Ecuador y detuvo los ataques del gobierno a la prensa, aseguró.

“Lo que ellos armaron, lastimosamente perdió el rumbo”, dijo Moreno en referencia al gobierno anterior.

Moreno decidió no reelegirse y volvió a instituir los límites al mandato presidencial que Correa había eliminado. Su gobierno también llevó a cabo investigaciones de corrupción que resultaron en la condena del expresidente y la encarcelación de ocho de sus ministros. Pero la austeridad de las medidas de Moreno lo volvieron muy impopular, lo que ha hecho que muchos ecuatorianos anhelen el regreso de Correa.

Correa dijo que los cargos de corrupción en su contra eran políticos y dijo que Moreno era “el peor traidor de la historia del Ecuador”. Dijo que las medidas de austeridad económica deberían eliminarse y que había que reemplazar a los magistrados que Moreno nombró. El presidente y el fiscal general que lo investiga, dijo Correa, terminarían en la cárcel.

Esa política radical muestra el costo de los liderazgos prolongados en América Latina, como el de Correa, dijo Risa Grais-Targow, analista en la consultora Eurasia Group, una consultora de política de riesgo.

“Todo se convierte en un referéndum sobre Correa”, dijo. “El resultado son estas oscilaciones constantes, en las que los líderes cambian el sistema según les conviene antes de que sus sucesores intenten deshacerlo”.

Estas oscilaciones socavan la estabilidad económica y la confianza de los inversionistas, lo que hace que el avance del país sea más difícil, dijo Grais-Targow.

Correa dijo que seguiría viviendo en Bélgica, a donde se mudó con su esposa de nacionalidad belga después de dejar el cargo, pero defendió la persistencia de sus ambiciones políticas. Dijo que iba a asesorar a Arauz si llega al poder, y aseguró estar “en perfecta sincronía” con el candidato.

“¿Cuál sería el problema?”, dijo Correa cuando se le preguntó si volvería a postular en el futuro. “Los liderazgos son deseables, ningún país se ha desarrollado sin liderazgo”.

Los analistas políticos dicen que quien gane la elección tendría dificultades para cumplir la promesa de una pronta recuperación. Las arcas del país están vacías y gran parte de las exportaciones petroleras se emplean para pagarle a China los préstamos.

“La situación no es igual, la economía no está igual”, dijo José Fernández, un pensionado de Ciudad Bicentenario, refiriéndose a los años de auge correísta. “La va a tener difícil”.

No obstante, planea votar por Arauz porque ofrece la mayor posibilidad de repetir el éxito económico de Correa.

“Mire, si el economista Arauz hace exactamente lo que le diga el economista Correa, le va a ir bien”.

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