Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega y vicepresidente de Nicaragua, no ha escatimado epítetos contra la familia de la ex presidenta luego de que su hija, Cristiana Chamorro, mostró su disponibilidad para asumir una candidatura de la oposición.
Cristiana Chamorro, hija de la ex presidenta, Violeta Chamorro, retó a Ortega y Murillo a un debate para “defender la dignidad” de su familia. (Cortesía de La Prensa)
Una nueva batalla de una vieja guerra ha comenzado en los últimos días en el mundillo político nicaragüense: la de Rosario Murillo, vicepresidente de la República y esposa de Daniel Ortega, contra los Chamorro, una antigua familia cuyo apellido ha marcado la historia del país con seis presidentes, incluyendo Violeta Barrios de Chamorro, viuda del asesinado director del diario La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, considerado un héroe nacional.
El detonante del nuevo capítulo de este comabate es la posible candidatura opositora de Cristiana Chamorro para enfrentar a Daniel Ortega o a la propia Rosario Murilo, si fuese el caso, en las elecciones generales del próximo noviembre.
“Si mi contribución es necesaria para el cambio, aquí estoy”, dijo Cristiana Chamorro en entrevista cuando se le preguntó sobre la posibilidad de su candidatura, aunque aclaró que, por ahora, no tiene relación con algún partido o movimiento político.
Rosario Murillo reaccionó con virulencia y no escatimó epítetos contra la familia Chamorro, particularmente contra Violeta Barrios de Chamorro, madre de Cristiana y quien fuera presidenta de Nicaragua de abril de 1990 a enero de 1997, después de derrotar en las urnas a Daniel Ortega.
“Son una casta entreguista, aprovechada y saqueadora. Eso no tiene nada que ver con lucha contra la pobreza, al contrario, el Estado fue un botín para esa pandilla que llegó, que destruyó, que se robó casi todo. Hasta con los rieles del tren arrasaron”, expresó Murillo en uno de los varios ataques que dedicó a la familia Chamorro, sin mencionarla, en sus acostumbradas alocuciones del mediodía a través de los medios de comunicación oficialistas.
En otro programa Murillo señaló, siempre en alusión a la familia Chamorro, que “creyéndose superiores han vendido la patria” y aseguró que “no entregamos los bienes del pueblo a personas, a familias que siempre se han creído los dueños del país”.
Como suele suceder, los ataques que emprende Murillo son replicados por los simpatizantes y funcionarios sandinista en redes sociales y foros, frecuentemente usando las mismas palabras de la segunda al mando de Ortega.
“Ahí está el apellido de la historia, el que se declaró presidente, el que entregó el ferrocarril, el que vendió la línea aérea, ahí están los apellidos, la historia te lo dice, esos son los mismos apellidos que hoy están pidiendo ser los ungidos y que por lo tanto pretende destruir lo que hemos venido construyendo”, expresó poco después el diputado sandinista José Antonio Zepeda.
Cristiana Chamorro cree que la reacción de la vicepresidenta está determinada por el miedo. “Rosario Murillo me parece que le tiene miedo hasta su propia sombra, porque sabe que su marido está derrotado y sin Ortega a ella se le termina el poder absoluto”, dijo en entrevista al diario La Prensa. “Murillo pareciera atemorizarla la idea de ir a elecciones y ganarle abrumadoramente como lo hicimos en el 90. Con insultos e injurias a mi familia y mi madre, ha evidenciado su temor a mi candidatura porque no hay duda que si hay elecciones libres, junto con los nicaragüenses y el consenso de los bloques políticos le vamos a ganar a Daniel Ortega que, como sabés, no gobierna solo reprime utilizando a la Policía, los paramilitares y antimotines”.
En enero de 1989, el directorio sandinista decidió adelantar las elecciones previstas para noviembre de 1990, a febrero de ese mismo año, seguro de que conseguiría una apabullante victoria que le permitiría legitimar el poder revolucionario, acosado entonces por una guerra civil que llevaba casi diez años y 50 mil muertos, una economía en ruinas con hiperinflación del 33.000 por ciento y un panorama internacional adverso ante el desmoronamiento estrepitoso del mundo socialista.
La mayoría de las encuestas, incluyendo firmas internacionales de amplio prestigio en sondeos de opinión, otorgaban una victoria segura a Daniel Ortega. Sin embargo, el 25 de febrero de 1990 sucedió lo inesperado: Violeta Barrios de Chamorro ganó la presidencia con el 54,74 por ciento de los votos, y Ortega consiguió solo el 40,82 por ciento.
Fue una derrota amarga. Según relatara posteriormente doña Violeta, Daniel Ortega lloró en su hombro cuando llegó a visitarla a su casa para reconocer la derrota. Ortega pasaría 17 años en la oposición y sería derrotado dos veces más hasta su regreso al poder en 2007. Ese fantasma, el de la derrota de Violeta Barrios, es el que parece estar redivivo tras las diatribas de Murillo.
Violeta Barrios, de 91 años, se encuentra muy enferma y ajena estas discusiones, ha informado su familia.
En un artículo de opinión publicado en el diario La Prensa, propiedad de la familia Chamorro, Cristiana Chamorro retó a Daniel Ortega y a Rosario Murillo a sostener un debate para defender la dignidad de su madre porque, según expresó, “Murillo, con sus improperios en contra del gobierno de doña Violeta abusa de su silencio y se aprovecha de que no está en condiciones para defenderse”.
“No soporta el recuerdo de una mujer que hace 31 años, sentada en silla de ruedas, sin armas ni partido, motivó al pueblo de Nicaragua a votar en las urnas. Le martiriza que mi madre, con su autoridad moral y junto a la mayoría de nicaragüenses, puso fin a la guerra y al cruel Servicio Militar que llevó a la muerte a miles de jóvenes, enlutando a sus familias. La expresidenta Violeta Chamorro cumplió recientemente 91 años y está postrada en su cama, delicada de salud, con su conciencia tranquila porque su herencia es la paz y la concordia”, señaló.
Entre otros ataques del régimen Ortega Murillo, se cuentan también el intento de ahogar a La Prensa, diario emblemático de la familia Chamorro, a quien le retuvieron por 500 días la entrega de papel desde septiembre de 2018 y casi lo lleva a su cierre, y la toma militarmente en diciembre de 2018 del edificio de los medios Confidencial y Esta Semana, que dirige el periodista Carlos Fernando Chamorro.
Esta semana el Ministerio de Salud inauguró en este edificio una casa materna, sin que haya existido proceso legal de expropiación. “Los criminales dejaron su huella inconfundible donde antes se hacía periodismo en libertad en la redacción de Confidencial y Esta Semana ahora están las fotos gigantes de Ortega y Murillo con su color rosa chicha, simbolizando un nuevo monumento al crimen contra la libertad de prensa”, expreso el periodista Chamorro en un editorial.
Rosario Murillo mantuvo una estrecha relación con la familia Chamorro. Con 17 años y embarazada de su segundo hijo, Murillo ingresó al diario La Prensa como asistente del director Pedro Joaquín Chamorro.
“Rosario Murillo trabajó 12 años con Pedro”, dice Jaime Chamorro, 86 años y actual director de La Prensa y hermando del asesinado director Pedro Joaquín Chamorro, padre de Cristiana. “Fue una persona útil, inteligente, cooperadora y bastante unida (a la familia Chamorro). A Rosario Murillo se le murió un hijo en el terremoto (de 1972) y ella llamó a Pedro y a Carlos Holmann y fueron con ella quitar los escombros. Y lo sacaron”, relata para exponer la cercanía.
Los actuales ataques de Murillo a su familia los atribuye igualmente al miedo y descarta que tenga un rencor contra ellos. “Ella tiene miedo a una candidatura como otra Violeta. Reaccionó de esa forma, no porque no nos quiera, no creo que sea un rencor contra nosotros. Ellos (Ortega y Murillo) tienen miedo. Fue un exabrupto de miedo”.