Juan Domingo Perón e Hipólito Yrigoyen se lucen en el frente. A la izquierda, custodian el hall Raúl Ricardo Alfonsín y Néstor Kirchner. Detrás, los secunda Héctor Cámpora y Arturo Frondizi. A la derecha, vigilan la explanada Marcelo Torcuato de Alvear y Arturo Humberto Illia. En un pasillo interno, se distribuyen Carlos Pellegrini, Cornelio Saavedra, Santiago Derqui y Bernardino Rivadavia, Justo José de Urquiza. En las inmediaciones del Patio de las Palmeras se distinguen Manuel Quintana, Miguel Ángel Juárez Celman, Luis Sáenz Peña y Roque Sáenz Peña.
La galería de bustos presidenciales de la Casa Rosado es decorado y es homenaje. Las siluetas son testigos silenciosos del ingreso de los funcionarios por la avenida Rivadavia. Tienen su razón de ser. Alberto Fernández ordenó la reforma del salón principal con un reacomodamiento que había sido modificado en la gestión de su antecesor, Mauricio Macri. La nueva administración procuró, en la renovación del espacio, darle visibilidad a los dirigentes más recientes y asignarle el puesto de los ex presidentes peronistas y radicales con neutralidad y armonía.
El “hall de honor de los presidentes” presume 28 bustos. No están los presidentes de facto ni todos los presidentes democráticos. No está, por ejemplo, el de María Estela Martínez de Perón -o Isabel Perón-, la primera presidenta mujer de la Argentina y de todo el continente. Había asumido la presidencia tras el fallecimiento de su esposo Juan Domingo Perón, quien era el jefe de Estado aquel primer día de julio de 1974. La ausencia de la imagen de la ex vicepresidenta, ex primera dama y máxima mandataria del país durante dos años es cuestionada por varios sectores de la sociedad.
El periodista Carlos Campolongo devolvió el tema a la escena pública con un mensaje dirigido al presidente a través de las redes sociales: “Ya que usted se dice peronista y ahora preside el PJ, solicito que se ponga en el salón de los bustos de la Casa de Gobierno el correspondiente a la primera presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón, derrocada por la dictadura cívico-militar”.
“Se merece la distinción fundamentalmente porque tuvo dignidad, lealtad. Y tratándose de una mujer y de la primera presidenta del mundo, eso se potencia más”, argumentó. Él estuvo la noche previa del 24 de marzo de 1976, el día en que fue Isabel fue depuesta por la Junta Militar. Era jefe de gabinete de asesores en la secretaría de prensa y difusión dirigida por Osvaldo Papaleo. Estuvo en los últimos tres meses del gobierno peronista con la “ilusión de salvar a un sistema democrático que estaba presentando serias dificultades”.
“Fui protagonista, vi los movimientos. Isabel Perón pudo haber entregado el peronismo a varios que querían ser sucesores, como el almirante Massera -expresó Campolongo-. La noche previa le ofrecieron un avión para irse a España, un cheque en blanco y sin embargo dijo no: se bancó más de cinco años de prisión. Eso para mí es indeleble. El paso del tiempo lo agiganta, más allá de todo lo que se puede criticar de la gestión de gobierno. Es algo que tiene que ver con la lealtad, con la patria y con el movimiento justicialista. No entiendo por qué no está la imagen de Isabel en el salón de los bustos. No hay excusa. Es un absurdo”.
No arroja optimismo en la proyección de la causa. Y asume que las negativas surgen desde el seno del gobierno: “No me cabe la menor duda que a cierto sector del kirchnerismo no le interesa ninguna visibilidad con respecto a Isabel Martínez de Perón. Es decisión del sector más duro, con una fuerte impronta de una suerte de marxismo pasteurizado y simplificado que creen que todo en la sociedad es la lucha de clases”.
El busto de Isabel Perón existe. Su paradero fue durante doce años una incógnita. En 2007 el gobierno de Néstor Kirchner emprendió una licitación para la fabricación de tres bustos presidenciales: los de Héctor Cámpora, Raúl Alfonsín y María Estela Martínez de Perón. Un año antes, había firmado el decreto 1872/2006, una norma para la colocación de los bustos escultóricos representativos de quienes desempeñaron, por mandato constitucional, el cargo de Presidente de la Nación Argentina, en la Galería de Bustos de la Casa de Gobierno. El primer artículo de la normativa define que los bustos “serán situados en el orden cronológico correspondiente a sus respectivos mandatos constitucionales” y que deberán transcurrir un plazo mínimo de dos períodos de gobierno contado desde la finalización del mandato. Por caso: Cristina Kirchner, quien culminó su primera presidencia en 2011, ya puede tener su busto en Balcarce 50 por haberse vencido los ocho años que exige la ley.
Fue precisamente Cristina Kirchner quien habría congelado el proyecto promovido por su esposo. Solo estrenó el de Raúl Alfonsín al año siguiente: el propio homenajeado asistió a la inauguración de su busto en un acto sin precedentes en la historia nacional. Pero los tres bustos se licitaron. La obra del presidente radical quedó a cargo de Orio Dal Porte. El escultor Cesar Fioravanti reconstruyó a Héctor Cámpora y Enrique Savio esculpió a Isabel Perón sobre un busto de mármol de Carrara importado de Italia de 75 centímetros de altura.
Savio concluyó la obra a mediados de 2008 y la envió por la empresa Full Time a la Casa Militar de la Presidencia. Después el busto desapareció. Lo encontró, de casualidad y años después, Pablo Miño, un anticuario y militante del justicialismo provincial. La escultura de los hombros y la cabeza de la ex presidenta terminó en un depósito del dueño de la compañía logística, por decisión del gobierno en curso. El empresario murió en un accidente automovilístico en la Panamericana y su viuda pretendió venderlo. La propuesta le llegó a Miño.
“Savio me contó que efectivamente la obra estaba extraviada, aunque él la había enviado a la Casa de Gobierno. En algún momento, no se sabe todavía cómo, la pieza volvió a manos de la empresa de transporte que la llevó desde el taller de Savio hasta la Rosada. De hecho, la mujer que me la ofreció me contó que era viuda y que su esposo hacía transportes hacia Casa de Gobierno”, explicó en diálogo con Infobae en una nota publicada en septiembre del año pasado.
La curadora del Museo Casa Rosada, Adriana Mare, organizó la recuperación de la obra que estuvo perdida durante doce años. Según confió el autor de la escultura, ella estaba en la búsqueda del derrotero del busto desde la asunción de Alberto Fernández, quien habría manifestado su deseo de entronizar los bustos faltantes de los ex presidentes argentinos.
“Pareciera que a muchos dirigentes les cuesta entender que la República es de todos, no de unos o de otros. Tal vez la presencia de Isabel Perón en la galería de los bustos ayude a recuperar una parte de nuestra historia negada y que esto constituya un principio de racionalidad, condición necesaria para encontrarle soluciones al ‘problema argentino’”, opinó María Sáenz Quesada, historiadora y autora del libro La primera presidente. Isabel Perón, una mujer en la tormenta.