El ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger murió este miércoles a los 100 años de edad en su hogar en Connecticut, informaron los medios de del país norteamericano.
«El Dr. Henry Kissinger, un respetado académico y estadista estadounidense, murió hoy en su residencia en Connecticut», anunció el miércoles por la noche Kissinger Associates en un comunicado.
Nacido en la alemana Baviera en 1923, inició su carrera pública en la academia de Nueva York y en Harvard, desde donde pasó sin escalas a la Casa Blanca. Fue secretario de Estado bajo las presidencias de Richard Nixon y Gerald Ford (1969-1977) y se desempeñó como asesor de Seguridad Nacional durante el mandato inicial del primero.
Su última participación en el debate público fue sobre Ucrania. Era considerado una figura clave de la diplomacia estadounidense en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, en 1973 fue distinguido con el Nobel de la Paz por su aporte al final de la guerra del Vietnam.
El papel preponderante de Kissinger en las décadas del 60 y 70
El diseño de un nuevo mapa mundial a partir de los 70, con el sorpresivo acercamiento a China y la ambivalente relación con la ex Unión Soviética en plena guerra fría. La intervención decisiva en esa caldera llamada Medio Oriente. Y otras intervenciones, igualmente relevantes y controvertidas que permitieron la instauración de las dictaduras en la mayoría de los países sudamericanos. Intervención, tan o más relevante aún, en ese calvario que terminó siendo para Estados Unidos la guerra de Vietnam, recién concluida en 1975 con la caída de Saigón.
En todos estos hechos, que marcaron al mundo entre las décadas del 60 y 70, un personaje tuvo participación fundamental: Henry Kissinger. Lo hizo desde sus posiciones estratégicos en los gobiernos republicanos de Richard Nixon y Gerald Ford, como Secretario de Seguridad Nacional (1968-1973) y como Secretario de Estado (hasta la asunción de Jimmy Carter a principos de 1977). Pero si allí se extinguieron sus “funciones oficiales”, no desapareció su influencia.
Fue un lobbista persistente, casi hasta el final de sus días, tanto por intereses geopolíticos como de las grandes empresas de su país, moviendo los hilos de la alta política.
Y por eso, no extraña que el nombre de Henry Kissinger dividiera aguas hasta en vísperas de las últimas elecciones presidenciales de su país: lo arropaba Donald Trump y lo detestaba Bernie Sanders, le criticaban -pero también le admiraban en alguna medida- los Clinton y lo cuestionaban los círculos universitarios e intelectuales de Estados Unidos.
Kissinger dividía aguas: lo arropaba Donald Trump y lo detestaba Bernie Sanders, le criticaban -pero también le admiraban en alguna medida- los Clinton. Foto REUTERS/Kevin Lamarque/Archivo.
“Fue uno de los secretarios de Estado más destructivos en la historia de nuestro país”, disparó Sanders.
Pero Kissinger estaba mucho más allá: se había convertido en confidente del propio Vladimir Putin y de las sucesivas dirigencias de China, actor fundamental en la política mundial de nuestros días. Un país al que Kissinger, desde aquel viaje histórico y secreto de 1971 que abrió paso al encuentro Mao-Nixon, visitó más de 50 veces a lo largo de su vida.
El «detalle» por el que no pudo aspirar a la presidencia de Estados Unidos
Apenas un “detalle”, tal vez, impidió que alcanzara la presidencia: Kissinger había nacido en Alemania y, aunque obtuvo la nacionalidad estadounidense, ya estaba imposibilitado de alcanzar el cargo máximo.
Heinz Alfred Kissinger era oriundo de Fürth, Alemania (1923). De familia judía, alcanzaron a escapar del régimen nazi casi en el límite, cuando Henry era adolescente, en 1938.
Kissinger había nacido en Alemania y, aunque obtuvo la nacionalidad estadounidense, no pudo aspirar a la presidencia del país norteamericano. Foto Joël Saget / AFP.
“Sintió la discriminación y el antisemitismo, los prejuicios religiosos, culturales, raciales y étnicos. Recién al emigrar a Estados Unidos se sintió más aliviado al poder caminar con la cabeza en alto por las calles de Nueva York”, contó Walter Isaacson, en una de las biografías.
Elogios, cuestionamientos y un controvertido Nobel de la Paz por la guerra de Vietnam
Su trayectoria profesional se lanzó al estudiar Ciencias Políticas en la prestigiosa Universidad de Harvard, aunque tuvo que interrumpir las clases por el servicio en el ejército, en plena Segunda Guerra Mundial (se cuenta que sirvió en la Inteligencia MIlitar, de la 84a. División de Infantería).
Después de escalar posiciones en el Partido Republicano, mientras ensañaba diplomacia en las principales universidades de Estados Unidos, Kissinger fue convocado por Nixon para posiciones estratégicas en su gobierno, en un mundo convulsionado.
Aunque Kissinger fue relevante en todas las gestiones que pusieron fin a la guerra de Vietnam -tanto que hasta le otorgaron un controvertido Premio Nobel de la Paz en 1973, junto a su par norvietnamita Le Duc Tho- otros recuerdan su tono belicista, cuando los soldados norteamericanos combatían en el sudeste asiático.
Según Noam Chosky, “los soldados en Vietnam, Laos y Camboa seguían las indicaciones de Kissinger para destruir todo lo que vuela y todo lo que se mueva”.
El libro del periodista Chirstopher Hitchens (“The Trials of Kissinger”) denuncia que 350 mil personas en Laos y 600 mil en Camboya fueron asesinadas por las “bombas naranja” que ordenó arrojar Kissinger a sus aviadores.
Según Hitchens, Kissinger fue responsable de la prolongación de la guerra, al fracasar las conversaciones de paz en París, a fines de los 60.
Pero también las otras conversaciones de paz, con el régimen comunista de Vietnam del Norte, lo tuvieron como protagonista hasta alcanzar los acuerdos, también en la capital francesa, en enero de 1973.
Estados Unidos comenzó el retiro de sus tropas. Y el conflicto recién terminaría dos años más tarde, con la caída de Saigón y el colapso del régimen de Vietnam del Sur -aliado a Estados Unidos- lo que abrió el definitivo camino de la unificación de su país.
A esa altura, probablemente, la atención de Kissinger y la geopolítica estadounidense se movía por otros horizontes. Siempre se mantenía la tensión con la Unión Soviética, pero se había distendido la situación con China.
Allí Kissinger había jugado un rol decisivo. Hillary Clinton escribió alguna vez: “Kissinger tuvo suerte de que no había teléfonos inteligentes o redes sociales cuando hizo su primer viaje secreto a Beijing. Imaginen si hoy en día un secretario de Estado trata de hacer eso”.
Las relaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos recién se normalizaron definitivamente en 1979, ya con Mao muerto y con Nixon (y Kissinger) alejados del poder.
Por supuesto, intervino con énfasis en Medio Oriente, sobre todo en el fin de la Guerra de Yom Kippur (1973).
La influencia de Kissinger en América Latina
Pero donde sus gestiones -públicas o privadas- quedan para la controversia histórica, cuando no para el rechazo, es en su política hacia América Latina, especialmente en el golpe pinochetista en Chile que terminó con la experiencia socialista de Salvador Allende. Más aún, algunos consideran a Kissinger como el inspirador del nefasto Plan Cóndor, que unificaba la acción represiva de las dictaduras latinoamericanas desde mediados de los 70.
Ya en junio de 1970, meses antes del triunfo de Allende Kissinger expresó ante el llamado Comité 40: “No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”. Al director de la CIA, Richard Helms, le comentó que “no dejaremos que Chile se eche a perder”.
Con Nixon destituido por el escándalo de Watergate, Kissinger mantuvo su cargo de secretario de Estado hasta el final del mandato de Gerald Ford. Foto: Andrew Harrer/Bloomberg.
Cuando los tanques y aviones de Pinochet destruyeron el Palacio de la Moneda, el 11 de septiembre de 1973, muchos vieron la mano de Kissinger detrás. Sin embrago, Kissinger le había prometido al embajador chileno en Washington, Orlando Letelier, que “no participaremos” en la campaña contra Allende. El mismo Letelier sería asesinado en 1976, en Washington, por la bomba de un sicario pinochetista.
Dan Moynihan, ex embajador estadounidense en las Naciones Unidas, sentenció: “Kissinger no miente siguiendo sus intereses. Miente porque la mentira está en su naturaleza”.
Con Nixon destituido por el escándalo de Watergate, Kissinger mantuvo su cargo de secretario de Estado hasta el final del mandato de Gerald Ford. Luego, comenzaría la otra etapa, de lobbista y negociador.
Rusia, heredera del poder de la ex URSS y con Vladimir Putin como líder lo recibía a Kissinger como “hombre sabio”. La Academia Diplomática rusa le otorgó el Doctorado Honoris Causa.
Al mismo tiempo, un Parlamento Internacional de Estudiantes consideraban los reconocimientos a Kissinger como “un chiste macabro”, responsabilizando a Kissinger por “crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos en Asia y Sudamérica”. Su influencia se dio entre las mayores potencias, pero llegó a los países más recónditos.
DS – ES