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Ocurrió en Argentina: Denuncia pública de 19 mujeres contra un periodista por acoso sexual: “No buscamos castigo sino transformación”

Cultura del Acoso. Punto y Aparte. Y contaremos cómo sistemáticamente durante más de 20 años decenas de mujeres fueron victimas de acoso de este periodista Pedro Brieger. 02.07.2024 Foto Maxi Failla

«No es el objetivo de este informe el escrache. Lo motiva la necesidad de terminar con la cultura del acoso, que este caso nos revela en toda su compleja dimensión. Encarna en una persona, pero también desnuda responsabilidades institucionales de medios públicos y privados, instituciones académicas públicas y privadas y todos y cada uno de los contextos y personas que silenciaron y naturalizaron estas violencias que son imposibles de soportar. Y esto es lo primero que queremos señalar: las afectadas perdieron cosas concretas. La maquinaria abusadora además de someter, despoja».

Así comienza el informe «La cultura del acoso: punto y aparte», que el colectivo Periodistas Argentinas presentó este miércoles en uno de los salones del Senado junto a algunas de las mujeres acosadas por Pedro Brieger, reconocido periodista de internacionales. Las denuncias se fueron sumando luego de una serie de tuits publicados por el periodista de Clarín Alejandro Alfie, que revelaba los acosos a cinco mujeres. Pero enseguida otras mujeres comenzaron a compartir sus historias. Ya son 19. Y saben que hay más.

«Este es un gran pedido de reflexión para todos. Pongamos punto y aparte a la cultura del acoso que nos englobó durante tantos años -dijo la periodista Nancy Pazos al iniciar la presentación-. Vamos a escuchar historias de mujeres, algunas tuvieron que dejarlo todo con el único fin de no volver a verlo, mientras que él viajó por el mundo, siguió con su carrera».

«Juntas somos muy fuertes y podemos hacer algo. Nadie quiso escucharnos antes. Porque lo habíamos dicho, a compañeros y jefes, pero nada», siguió Agustina Kampfer, otra de las periodistas afectadas. Y entre todas fueron leyendo los testimonios de todas estas mujeres. Ninguna leyó el propio, porque algunas de ellas aún no lo han contado con nombre y apellido, o porque escuchar la historia propia en voz alta puede ser demasiado.

Los testimonios

De a una fueron leyendo los testimonios del informe Cultura del Acoso. Punto y Aparte. Foto Maxi Failla De a una fueron leyendo los testimonios del informe Cultura del Acoso. Punto y Aparte. Foto Maxi Failla.

“Brieger llamó a la Universidad de Belgrano, preguntando por una de las autoridades de la Facultad. Y como no estaba, le dijo a la secretaria: ‘Estoy en casa, en short, ojotas, en un sillón muy cómodo y con mi (…) muy duro’. Y luego le dijo una serie de groserías. La secretaria le cortó la llamada, pero Brieger volvió a llamar varias veces durante ese mismo día, así que ella habló con el decano y el director de la carrera, quienes intervinieron, convocaron a Brieger y le dijeron que tenía que renunciar a su cargo docente. Según personas cercanas a la secretaria, ella vivió con miedo por mucho tiempo, al punto que cambió el recorrido cotidiano para llegar a la universidad”.

“Vivíamos en el mismo edificio, en Belgrano. Yo en la planta baja, él, unos pisos más arriba. Cada vez que nos cruzábamos él me miraba libidinosamente. Un día subí por el ascensor hasta la terraza para colgar la ropa. Él justo había entrado al edificio y subió conmigo. Enseguida me expresó que cada vez que me veía salir con mi bicicleta, le calentaba mi culo subiéndose al asiento. Luego, se abrió la bragueta del pantalón y sacó su pene. No supe qué hacer. Volví a mi casa asustada y helada, dejé el canasto y subí a la casa de unos vecinos a contarles lo que me había pasado».

Tenía 21 años, era alumna de tercer año en TEA, había cursado Política Internacional con él y había trabajado en la investigación de uno de sus libros, sin percibir remuneración. En agosto o septiembre de ese año me invitó a una conferencia del escritor español Juan Goytisolo en la Fundación Los Cedros, muy cerca de la facultad, por lo cual a la salida de TEA fuimos caminando hasta el lugar. Durante el trayecto, hizo comentarios sobre la ropa que llevaba puesta, me preguntó si tenía novio, etc. Mientras esperábamos el inicio del evento sentados, de la nada, me susurró: `cómo te bajaría la bombachita y te pegaría en la cola´. Me quedé absolutamente paralizada, muda, sin saber qué hacer… «.

Las historias sigue, son todas igual o peor de humillantes y paralizantes. Las mujeres contaron que dejaron sus carreras, o se mudaron, o cambiaron de estudios. «Decidí no dedicarme a la política internacional, algo que me apasionaba, para nunca volver a verlo”, dijo una de ellas. «Yo dejé la Maestría», dijo otra. «No entré al doctorado», siguió alguien más. Vidas afectadas, proyectos que caen, futuros distintos, y el dolor, los ataques de pánico, la sensación de culpabilidad, asco y soledad.

La trama del abuso

«La máquina abusadora que describen estos testimonios tiene un mecanismo: Se activa por sorpresa, busca producir asco y humillación, enmudece y coloca a la afectada en una situación de degradación y culpa. ¿Qué hice yo para merecer esto? El mecanismo incluye que luego, al contarlo a otros, –aquellos que son los responsables de poner límites o pueden ayudar a construirlos- no se dimensiona el daño, se naturaliza esa conducta, y no se hace pública, lo cual permitiría a otras prevenirse y al responsable de esa conducta, limitarse», dice el informe de las periodistas.

«Al sexualizar por asalto y en la primera oportunidad, desde el vamos, las relaciones laborales y académicas se produce un despojo de la dignidad de esos vínculos, deshonrando su condición previa, que no es moral sino ética: quien enseña, cuida; quien tiene prestigio profesional, oficia de mentor y guía, protege. La reiteración deja en claro el estímulo que provoca la impunidad. ¿Qué construye esa impunidad? -continúa-. El silencio y la inacción cómplice, pero sobre todo la combinación de esos factores con algo que lo potencia: el prestigio que construyen los premios, oportunidades y espacios de visibilidad pública que acumula la conducta abusadora».

Pedro Brieger fue denunciado públicamente por 19 periodistas. Foto Prensa.

Reparar

Las afectadas cargan entonces con la responsabilidad de “denunciar” ante una institución ajena al ámbito donde se produce el daño: “la Justicia”. El desafío, entonces, es cómo hacer justicia para estos casos. «En Argentina existen leyes para penalizar el acoso callejero, pero no para aquellos agravios que se producen en el ámbito laboral y académico: esa es la gran deuda que este informe pretende saldar y por eso mismo proponemos que se legisle específicamente este tipo de conductas abusivas, ya que no es lo mismo el comportamiento de un exhibicionista en la vía pública que el de un profesor o un colega en posición dominante: en estos casos existe una asimetría de poder que, además de humillar, busca despojar de algo a la víctima, infligiéndole este tipo de violencia. Somos conscientes también que las leyes en sí mismas no garantizan la erradicación del acoso».

Lo que se pidió fueron medidas de reparación concretas: «En aquellos los medios de comunicación públicos y privados donde se produjeron estos hechos: espacios para campañas de prevención y erradicación del acoso. En aquellas universidades públicas y privadas donde las afectadas tuvieron que soportar estas conductas: jornadas y campañas dedicadas a la prevención del acoso. En todos estos ámbitos: procedimientos claros y ampliamente informados para canalizar denuncias, a cargo de personas capacitadas para garantizar la no re victimización y la confidencialidad que requieren estos casos».

Y lo más importante: «Consideramos imprescindible también que Pedro Brieger pida disculpas públicas a las afectadas. Nuestro objetivo y nuestro compromiso es organizarnos y abrazarnos hasta lograrlo», concluyeron.

El abrazo colectivo

Mucha emoción y abrazos en la denuncia colectiva. Foto Maxi Failla. 

«Me siento poderosa. Juntas tenemos poder», dice a Clarín Cecilia Guardati, que en 2008 fue a cubrir a Túnez la gira de la presidenta Cristina Kirchner. Ella trabajaba en Télam y Brieger le pidió si podía compartirle un material de trabajo. La esperó en la habitación, desnudo, masturbándose. Ella se fue lo más rápido que pudo. «Nunca más habló del tema. Hasta ahora. «Nunca pensé que pudiéramos ser tantas. Unirse da fuerzas».

«Lo importante es la voz colectiva», asegura Gisela Busaniche, otra de las periodistas afectadas cuando trabajaba en la TV Pública. Y Marcela Perelman, acosada en 2001 cuando Brieger era su profesor de Política Internacional en TEA: «Hoy me siento muy bien, fueron muchos años dedicados a pensamientos de cómo canalizar esto, y no había encontrado a nadie. Ahora sí, y se abren nuevas posibilidades. Lloramos mucho juntas pero estamos bien. Buscamos más la transformación que el castigo».

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