Por: Alberto Caraballo
El partido demócrata de los Estados Unidos de Norteamérica, fundado en 1828 por el Presidente Andrew Jackson, de corte conservador, esclavista y populista, de gran incidencia en la zona sur de la nación norteamericana, luego de un siglo asume los postulados de NEW DEAL para dar un giro radical, defendiendo los derechos de las minorías, las clases marginadas y desposeídas. El partido demócrata asume una filosofía social liberalismo.
El Partido Demócrata cuenta con haber tenido emblemáticos y trascendentes presidentes, de la talla de Grover Cleveland, Woodrow Wilson, Franklin Delano Roosevelt; este último que llega a poner fin a la Gran Depresión en 1930. El presidente Roosevelt implementa New Deal; en su administración se devolvió el trabajo a las personas, estabilizó los precios agrícolas, se llevó la electricidad a hogares y comunidades rurales y la gran impronta del seguro social, lo que lo ha inmortalizado, ya que es la acción más perdurable del New Deal de Franklin D. Roosevelt: la Ley de Seguro Social proporciona asistencia a los jubilados, desempleados, viudas y huérfanos. Al firmar esta ley, Franklin D. Roosevelt fue el primer presidente en abogar por la asistencia federal para los ancianos.
Tras la muerte de Roosevelt es sustituido por su vicepresidente, Harry Truman. Este ayudó a reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial con el Plan Marshall y supervisó la formación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Al formar parte del ejército, el presidente Truman constituyó a derribar los obstáculos de raza y género, y allanó el camino para el avance de los derechos civiles en los años venideros.
Después de un largo dominio republicano, en la década de 1960 los estadounidenses acudieron nuevamente a los demócratas y eligieron como presidente a John F. Kennedy para enfrentar los desafíos de una nueva era. El presidente Kennedy desafió a los estadounidenses a llevar al hombre a la luna, creó el Peace Corps y negoció un tratado que prohíbe las pruebas atmosféricas de armas nucleares. Después del asesinato del presidente Kennedy, los estadounidenses confiaron en el presidente Lyndon Johnson, quien ofreció una nueva visión de una gran sociedad y promulgó la Ley de Derechos Civiles y la Ley de Derecho al Voto.
A lo largo del prolífico historial demócrata desde el voto femenino, el Medicare, los programas sociales de Lyndon B. Johnson, la promoción de la paz de Jimmy Carter en Oriente Medio, la gran expansión económica con Bill Clinton, con Barack Obama los demócratas lograron una reforma integral de la salud, la Ley de Atención Médica Asequible y una asombrosa recuperación económica. Todos estos lauros evidencian la gran impronta demócrata de tangibles aportes y realizaciones, contribuyendo grandemente al desarrollo, los avances y las libertades que hoy exhibe la gran potencia del mundo.
Y hablamos de historia. Pero de la historia reciente, no podemos soslayar a Joseph Robinette Biden Jr. Joe Biden, el sorprendente ganador de un asiento en el senado, 6 veces senador del estado de Delaware, la victoria de Biden fue la gran revelación juvenil del 1972, Biden aspirante presidencial en 1988, 2008, vicepresidente de Barack Obama y presidente en el 2020, dueño de una aquilatada y exitosa carrera política.
Joe Biden gana la elección en noviembre del 2020 al republicano presidente Donald Trump, con 306 votos electorales y más de 83 millones de votos, con más de 7 millones de votos populares de diferencia. Un Biden que ganó la mayoría de los estados péndulos, los 11 estados ‘swing states’, o estados bisagras.
De la administración Biden se resaltan las efectivas y exitosas medidas contra la pandemia la covid 19, una estabilidad económica, que hace presumir un récord de casi 11 millones de empleos, entre ellos 750,000 puestos de trabajo en el sector manufacturero, una de sus promesas de campaña política. «La tasa de desempleo está muy cerca del récord por ser la más baja para trabajadores de raza negra e hispanos y la más baja para personas con discapacidades” explican voces oficialistas. Estos apreciables logros, muy a pesar de la situación resultante de un estado casi senil del presidente Joe Biden de 81 años, es el presidente de mayor edad en la historia de EE.UU. Quien menudo se ha visto envuelto en situaciones incómodas, se confunde en eventos públicos y ha protagonizado numerosos tropiezos, caídas, gestos y expresiones de desconexión y desorientación, lo que ha generado dudas entre la ciudadanía sobre su capacidad para ejercer sus funciones o incluso participar en las actuales presidenciales.
A todo esto, se agravó tras una pálida y gris actuación del mandatario en el primer debate presidencial el 27 de junio en la ciudad de Atlanta, lo que ha prendido todas las alarmas en el liderazgo demócrata de toda la unión, generando una profunda inquietud en sectores liberales y pro demócratas. Debido al débil desempeño del presidente Joe Biden en el debate con Donald Trump, surgiendo con muchas fuerzas en círculos influyentes de la comunicación y donantes demócratas, la idea de sustituir a Joe Biden de candidato en la Convención Nacional Demócrata que ha de celebrarse del 19 al 22 de agosto en la ciudad de Chicago, para tratar de evitar una gran catástrofe en noviembre, que provoque no sólo perder la Casa Blanca, sino perder muchas gobernaciones en manos de los demócratas , una importante cantidad de asientos en el senado y escaños en la cámara de representantes.
En su historia, ya los demócratas han pasado por tales experiencias, la primera vez en 1952 cuando el presidente Harry Truman decidió no postularse y apoyar al gobernador Adlai Stevenson, quien sería derrotado por el republicano Dwight D. Eisenhower. La segunda ocasión que un presidente demócrata decide no presentarse lo fue en 1968, cuando en el mes de marzo el presidente Lyndon B. Johnson anuncia que no irá tras la nominación del partido demócrata, pues su popularidad estaba gravemente afectada por los efectos de la guerra de Vietnam. En su lugar, los demócratas postularon al vicepresidente Hubert Humphrey, quien perdió las elecciones frente al republicano Richard Nixon.
Todos se preguntan, todos comentan si es posible la sustitución de Biden, legalmente y técnicamente, si este no declina, no, pues Biden ganó todas las primarias demócratas, los delegados tienen la obligación de votar por Biden; en cambio, si este no se presentase, estos tienen libertad de ejercer sus votos. Ahora la cuestión es si los demócratas encontrarían la salida o se meterían más profundamente en las encrucijadas que les presenta el laberinto su situación electoral.
En el traumático y necesario caso que decidan sustituirlo, que el mismo Biden desista de presentarse a la reelección como lo hicieron los demócratas Truman y Johnson, los demócratas tendrían grandes dificultades: 1. Sustituirlo y 2. Escoger la fórmula presidencial que no genere una crisis interna y 3. que esa fórmula presidencial pueda en el breve plazo de agosto a noviembre concitar la simpatía de un electorado de los estados péndulos, que al día de hoy marca una evidente preferencia por el ex presidente Trump.
El gran reto demócrata será romper el maleficio de las 2 anteriores sustituciones de presidentes/candidatos que se salen de la carrera a reelección. En el laberinto demócrata todos los caminos van hacia la redonda, la salida es la entrada y viceversa; aquí se aplicaría el famoso refrán dominicano, “Conmigo porque me mata y sin ti porque me muero”. Otros podrían parafrasear al alemán Karl Marx: “La peor lucha es la que no se emprende”, esto basándonos en las últimas encuestas que establecen que 7 de cada 10 simpatizantes demócratas quieren que se cambie el candidato demócrata. Esto se agrava, pues los mismos estudios expresan que de continuar Biden como candidato, los demócratas serían desfavorecidos en el voto de los latinos y los afroamericanos, grupos étnicos tradicionalmente votantes demócratas.
El liderazgo demócrata en una mezcla entre la tradición y regla no escrita, que un presidente tiene el camino libre para su reelección y con un alto grado de irresponsabilidad, pues desde marzo del 2021, ya el presidente Biden ha venido dando muestras de pérdidas de facultades cognitivas y debilidades físico-motoras, para no volver a ser el nominado demócrata para noviembre del 2024.
Desde hace un buen tiempo en sectores demócratas ha venido transcurriendo soterradamente la necesidad de pensar y articular en una alternativa para la nominación presidencial, aflorando algunos nombres, iniciando por supuesto con la vicepresidenta Kamala Harris, el carismático gobernador de California Gavin Newsom, la nueva estrella demócrata la gobernadora de Michigan Gretchen Whitmer, así como los gobernadores de Illinois y Pensilvania J.B. Pritzker y Josh Shapiro, y una figura que ha negado rotundamente su participación política, pero que nunca ha dejado de ser ponderada como una exitosa opción, Michelle Obama. Todos estos nombres han trascendido meteóricamente en las últimas 72 horas, a raíz de la participación de Biden en el debate del jueves, y de la cercanía de la Convención Nacional del cercano agosto.
El liderazgo demócrata está obligado a actuar rápido, ejecutar una estrategia y un plan de control de daños que le permita reponerse y ganar la mayoría de los más de 90 votos electorales que están en juego en los estados bisagras. Estos, hasta el momento, se vislumbran con alta proclividad al bando rojo, muy a pesar de la cuestionada imagen del candidato republicano, el ex presidente Donald Trump. De no revertir el actual escenario político, se decreta la inminente salida de los azules del despacho oval.