LIMA (AP) — Fue un gran día para la presidenta accidental de Perú, Dina Boluarte, cuya agenda oficial llevaba meses vacía.
El jueves, la cumbre de alto perfil del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) puso a Boluarte —una de las presidentas más impopulares del mundo con un índice de aprobación de apenas el 4%— bajo los reflectores de un centro de convenciones lleno de líderes mundiales, destacados directores generales y mandatarios visitantes.
No es solo que Boluarte, quien durante mucho tiempo fue una funcionaria pública de bajo perfil y mal pagada, nunca antes haya extendido la alfombra roja para líderes tan poderosos como el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de China, Xi Jinping, desde que asumió el cargo en diciembre de 2022. Es que casi no se la ha visto fuera de su mansión de ladrillo en semanas. Los periodistas locales cuentan más de 100 días desde que habló por última vez con un reportero.
Su reciente reclusión no es especialmente sorprendente. Se convirtió en presidenta porque era la vicepresidenta de Pedro Castillo, un exmaestro rural sin experiencia política previa que fue destituido cuando intentó disolver el Congreso y desmantelar los tribunales. Una ola de protestas violentas sacudió el país, empañando las primeras semanas de Boluarte en el poder.
La popularidad de la presidenta se hundió más aún en marzo, cuando la presencia de relojes Rolex brillando en su muñeca llevó a la policía a allanar su vivienda y a la fiscalía a iniciar una investigación por enriquecimiento ilícito.
Un sondeo elaborado por la encuestadora Ipsos mostró que su aprobación cayó a apenas el 4%. La encuesta se realizó entre el 10 y el 11 de octubre y tenía un margen de error de más menos 2,8 puntos porcentuales. Ningún presidente en Perú ha obtenido un resultado peor en al menos 40 años.
Los poderosos legisladores, satisfechos con sus generosos salarios, han resistido los llamados para destituirla, pero han asumido en silencio la mayoría de sus funciones, lo que deja a Boluarte con poco que hacer.
El último foco de ira pública ha sido una creciente tendencia a la extorsión violenta por parte de bandas criminales en la periferia de Lima. Los manifestantes que acusan al gobierno de indiferencia ante el aumento de la criminalidad han salido a la calle en todo el país.
El miércoles, los inconformes bloquearon carreteras y protestaron en la región suroriental de Arequipa, lo que provocó una represión policial que dejó seis heridos por balas de goma. Los residentes en la capital aprovecharon también la atención internacional para organizar protestas esta semana mientras Biden y otros 20 líderes mundiales se preparaban para participar en la cumbre de APEC.
Tras una serie de asesinatos dirigidos a conductores de autobús que no cedieron a la extorsión el mes pasado, que causaron conmoción en Lima, los conductores de transporte público lanzaron varias huelgas que paralizaron la ciudad de 10 millones de habitantes. El gobierno ha declarado el estado de emergencia y prometió una respuesta contundente, pero la persistencia de los ataques violentos han avivado la ira contra Boluarte.
Temiendo todo lo que podría salir mal al sacar a la líder extremadamente impopular de las sombras y situarla en la primera plana mundial esta semana, el gobierno no dejó nada al azar.
Las autoridades declararon días festivos no laborables de jueves a sábado y cerraron las escuelas, además de ordenar a millones de estudiantes y funcionarios públicos que se quedaran en casa toda la semana para mantener las calles despejadas. En un paso subterráneo cerca del centro de convenciones donde se celebra la cumbre, los trabajadores limpiaron el lunes la frase “Dina Asesina”, pintada con espray en una pared de concreto.
“El evento es sin duda importante para Perú, pero el gobierno tiene tanto miedo de perder el control de las calles que está exagerando, imponiendo medidas inapropiadas”, dijo Eduardo Dargent, politólogo de la Pontificia Universidad Católica de Perú.
Los funcionarios han rogado a la ciudadanía que no proteste.
“Sería muy lamentable que, en los días en que recibimos visitantes de las 21 economías más poderosas del mundo, demos un mal espectáculo, un espectáculo de conflicto”, dijo recientemente el primer ministro, Gustavo Adrianzen, en una conferencia de prensa. Boluarte fue más allá y tachó a los manifestantes de “traidores”.
El jueves, los inconformes señalaron que el fantasma del conflicto en APEC era exactamente lo que querían.
Mientras Boluarte, con un vestido rosa brillante y perlas, saludaba a Xi con una guardia de honor ceremonial y un toque de trompeta, la policía antimotines forcejeaba con manifestantes antigubernamentales a unas pocas manzanas.
“Está tratando de aprovechar este momento frente a las cámaras de televisión para fingir que es la presidenta de Perú”, dijo Betty Mendoza, una manifestante de 35 años que mostraba retratos de los 50 civiles muertos en los disturbios de 2022.
“No nos representa”, agregó Mendoza acerca de Boluarte. “No la elegimos”.
En un momento dado el jueves, manifestantes enmascarados avanzaron hacia una línea formada por policías cerca de la sede de la cumbre y empujaron a los agentes, que respondieron y los golpearon con bastones. Los doctores corrieron para atender a varios adolescentes que se sujetaban la cabeza y gritaban de dolor.
“Mi nieto está creciendo en un país donde se está normalizando la violencia”, apuntó Freda Reyes, de 54 años, quien acudió a la protesta desde el distrito obrero de Santa Anita, donde, según contó, 10 de sus vecinos fueron asesinados por bandas criminales este mes.
La última vez que Perú fue anfitrión de APEC, en 2016, registró una ola de protestas similar en todo el país. En aquel momento, los trabajadores estaban en huelga por los bajos salarios y los residentes en Lima se quejaban de la deteriorada infraestructura pública de la capital.
Eso sigue preocupando. El miércoles, un incendio se propagó por los laterales de un almacén de juguetes de plástico de varios pisos y arrasó otras seis casas cerca del palacio presidencial, sin causar heridos pero levantando una nube de humo negro visible desde la alfombra roja donde Boluarte entregaba una medalla a su homólogo malasio.