Contrario a su mala reputación, el chisme —cuando se practica con ética— puede ser una herramienta valiosa para fortalecer la cohesión social y el bienestar emocional, según una investigación de la Universidad de Stanford publicada en la revista PNAS. El estudio, que simuló dinámicas grupales donde los participantes podían compartir información sobre otros, cooperar o actuar de forma egoísta, demostró que más del 90% optó por intercambiar datos sobre terceros, lo que incrementó la cooperación y fortaleció los vínculos comunitarios.
Claves del Estudio:
- Cooperación y conexión: La práctica de compartir información fomentó relaciones más sólidas y conductas colaborativas, actuando como un «pegamento social» ancestral.
- Inteligencia social: Quienes participaron en chismes responsables mostraron mayor sensibilidad emocional, capacidad para leer dinámicas grupales y tomar decisiones interpersonales acertadas.
- Autorregulación mediante reputación: El estudio destacó que el temor a ser objeto de comentarios motiva a las personas a autorregularse, promoviendo comportamientos prosociales sin necesidad de castigos.
Beneficios Más Allá del Drama:
El chisme ético —evitando la difamación y priorizando la veracidad— ayuda a:
- Identificar patrones dañinos: Permite a los grupos detectar actitudes negativas y evitar vínculos tóxicos.
- Potenciar la empatía: Al analizar acciones y consecuencias ajenas, se refina la comprensión de las emociones propias y ajenas.
- Fortalecer redes: Funciona como un sistema de alerta colectivo que protege la armonía grupal.
La Advertencia de los Investigadores:
Stanford subraya que estos beneficios solo emergen cuando el chisme se ejerce con responsabilidad y precisión. La información falsa o malintencionada puede generar desconfianza y fragmentación. «No se trata de esparcir rumores, sino de usar la conversación para construir comunidades más conscientes y unidas», señalaron los autores.